viernes, 5 de agosto de 2016

La caída de la noche


La caída de la noche despierta mil sonidos nuevos, ajenos a la luz que se mueve en los días y sus sombras.

Es en ese momento, en que todo el mundo duerme, cuando los sentidos se agudizan y las almas se comunican. A veces en sueños, a veces en ensueños.

Y es que hay una magia especial, cuando el astro rey se despide en el horizonte, y lo tiñe todo de naranjas que se evaporan en el canto de los pájaros que se acurrucan en las ramas de lo árboles dormidos.

A la caída de la noche, cuando los párpados ya no soportan más tiempo abiertos, y en noches como estas, en las que duermo como si el fin del mundo estuviera a unos minutos, pienso justo antes de dormir: por favor, otra vez no.

Pero en mis sueños regreso, y veo otra vida, que no tendré, y vuelo alto, lejos, dónde los Dioses me muestran atisbos de verdades, mentiras, silencios y extraños momentos.

Justo antes de soñar, de caer en los brazos de Morfeo, que a veces me esquiva, pero ahora no, suspiro hondo, porque no entiendo. Y agradezco no entender. Y me pierdo en tus silencios obstinados, cargados de dolor y punzadas en el alma, y después… Sueño. Y al despertar, la maraña me puede, y voy tirando de los hilos de mis enredos, que no son pocos.

Y mientras algún Dios, susurra cosas que no comprendo del todo, intento buscar la luz, esa que se enciende en todos, a la caía de la noche.

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