A veces, cuando mis ojos se abren al amanecer, cuando he dormido
apenas tres horas, me deslizo despacio, buscando mi centro al lugar
donde medito. Entre los altares que guardo en mi casa, entre las
energías que se mueven fuera de espacios y tiempos.
A veces, cuando mis ojos se abren más tarde, cuando he dormido tantas horas que la niebla se confunde con la realidad, me deslizo al mismo espacio, porque algo me llama desde muy lejos, pero también desde muy dentro, al lugar donde habitan mis Dioses.
Un espacio fuera y dentro, que me recuerda que servimos a algo más grande. No sólo a los Dioses, a la vida,a los caminos… a algo más, mucho más poderoso, que está presente en todas partes.
A veces, cuando pienso que la vida se vuelve un caos, me siento en ese espacio, y el universo se detiene. Contiene la respiración, mientras encuentro mi centro en un una oración que se escapa entre mis labios o vuela por mi mente. Y comprendo.
A veces, cuando mis ojos se abren más tarde, cuando he dormido tantas horas que la niebla se confunde con la realidad, me deslizo al mismo espacio, porque algo me llama desde muy lejos, pero también desde muy dentro, al lugar donde habitan mis Dioses.
Un espacio fuera y dentro, que me recuerda que servimos a algo más grande. No sólo a los Dioses, a la vida,a los caminos… a algo más, mucho más poderoso, que está presente en todas partes.
A veces, cuando pienso que la vida se vuelve un caos, me siento en ese espacio, y el universo se detiene. Contiene la respiración, mientras encuentro mi centro en un una oración que se escapa entre mis labios o vuela por mi mente. Y comprendo.