miércoles, 17 de agosto de 2016

Unas palabras

Hace muchos años, puede que no tantos, mi abuela arrancó a hablarme sin que yo hubiera dicho nada antes. Recuerdo que hacía mucho frío ese día, y yo estaba realmente contenta porque había llovido. Ella me miró, con esos ojos que han visto pasar más de 9 décadas y me dijo algo como: “Nunca corras detrás de la gente que ya sabe dónde estás”.

Entonces, debo reconocerlo, no la entendí. Nunca he sido una persona de esas que corren tras otras, temiendo perderlas. Tampoco lo había pensado nunca después, porque son de esas cosas que uno olvida y, luego, un buen día, te despiertas y lo recuerdas sin motivo aparente.

Nunca corras detrás de la gente que ya sabe dónde estás.

Pues sí.

jueves, 11 de agosto de 2016

Perséidas

Salgo descalza como cada noche a regar el patio. La Luna me guiña el ojo encima de los tejados. Como todas las noches busco Sirio, luego Orión con su cinturón e Ingolube, el Dragón, Casiopea… ahí están la Osa Mayor y la Osa Menor, y las Perséidas, que caen sobre el manto oscuro. Me pregunto cuántas personas hoy miran al cielo en busca de una de esas Perséidas, y se olvidan de mirarlo cada noche, sin saber que el cielo es siempre un espectáculo maravilloso. Riego las plantas, le guiño el ojo a Sirio, y regreso dentro, maravillada de la existencia, sabiendome afortunada por no tener que mirar al cielo sólo en un día especial.

viernes, 5 de agosto de 2016

La caída de la noche


La caída de la noche despierta mil sonidos nuevos, ajenos a la luz que se mueve en los días y sus sombras.

Es en ese momento, en que todo el mundo duerme, cuando los sentidos se agudizan y las almas se comunican. A veces en sueños, a veces en ensueños.

Y es que hay una magia especial, cuando el astro rey se despide en el horizonte, y lo tiñe todo de naranjas que se evaporan en el canto de los pájaros que se acurrucan en las ramas de lo árboles dormidos.

A la caída de la noche, cuando los párpados ya no soportan más tiempo abiertos, y en noches como estas, en las que duermo como si el fin del mundo estuviera a unos minutos, pienso justo antes de dormir: por favor, otra vez no.

Pero en mis sueños regreso, y veo otra vida, que no tendré, y vuelo alto, lejos, dónde los Dioses me muestran atisbos de verdades, mentiras, silencios y extraños momentos.

Justo antes de soñar, de caer en los brazos de Morfeo, que a veces me esquiva, pero ahora no, suspiro hondo, porque no entiendo. Y agradezco no entender. Y me pierdo en tus silencios obstinados, cargados de dolor y punzadas en el alma, y después… Sueño. Y al despertar, la maraña me puede, y voy tirando de los hilos de mis enredos, que no son pocos.

Y mientras algún Dios, susurra cosas que no comprendo del todo, intento buscar la luz, esa que se enciende en todos, a la caía de la noche.

jueves, 4 de agosto de 2016

Tras el velo

Mueve el velo. Desliza con cuidado la suave tela de la existencia hacia un lado, y entonces observa.
Dicen que cuando somos capaces de salir de nuestro Yo, y permitir al Universo que cale y se manifieste, los caminos se hacen claros, y uno puede por fin ver con la infinita luz de los miles de soles que se extienden por toda la existencia. Será verdad…

Mueve el velo.

¿Qué puedes ver? Alguien me preguntó hace tiempo si yo quería ver el futuro. No, no quiero. Me inquieta, claro, me preocupa en ocasiones, me proyecto a valorarlo… pero decía mi amigo C. que el futuro es utopía, y yo añadía en voz muy baja “porque depende de la entropía”. Es una cosa que hago a menudo, añadir frases o comentarios en voz muy queda, para que nadie, ni el mismo Universo, pueda oírlas por si acaso se convierten en verdad.

¿Puedes verlo? ¿Puedes notar como cada disyuntiva te abre un abanico de posibilidades? Será mi signo zodiacal el que no me deja tomar decisiones, y cambiarlas cada segundo, y aunque yo sepa de sobra qué haré, me digo a mi misma que no, o que sí, depende la situación, mil veces al día. Será que me puede lo emocional.

Será, entonces, que una parte del velo es inamovible y sólo nos queda caminar…

lunes, 1 de agosto de 2016

Cuando la Diosa llega

Cuando la Diosa decide que ha llegado el momento de llegar, ya no hay nada que puedas hacer, decía un viejo amigo. Y tiene razón, porque ayer lo viví en mis carnes, después de un periódo largo de oscuridad, Ella llegó portando Su antorcha de luz, Rompedora de las cadenas que ataban. Sin piedad, haciendo honor a su título Brimo. Y es que, me he pasado la vida diciendo que no hay peor ataque el que autoimpuesto, o peor daño y distancia que los malentendidos; pero me olvidé de que sí hay personas con intenciones perversas, o a veces no perversas, pero sí dañinas, que por alguna razón, deciden tomarla con uno u otro.

Pero la Diosa no abandona a ninguno de sus hijos, como tampoco nos permite caer indefidamente. Puede que porque llevo unas largas semanas, recorriendo sus pasitos por los textos griegos y latinos, o porque estas semanas la he tenido más presente que de costumbre, si eso es posible, pero la realidad, es que llegó arrasando por todos los rincones de mi casa, mientas me hablaba en todas las partes de mi ser.

El trance, que a veces es tan dificil de soportar, era liviano, pero fuerte, porque se quedaba en mi todo el tiempo, y por mucho que luchaba por volver, las palabras brotaban sin control. Para mi y para otros, pero es lo que tiene estar sola, no recuerdo casi nada. Y aunque puse a grabar el audio, curiosamente no se registró nada… Cosas que pasan, diría mi amigo K.

Lo que me queda claro, es que Ella sabe cuándo, dónde y cómo. Y cuando llega, LLEGA.